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26 de octubre de 2020 16:48

Puéllaro tiene un animerito

Enrique Angulo, animero de Puéllaro desde hace 38 años. Fotos: cortesía

Enrique Angulo, animero de Puéllaro desde hace 38 años. Fotos: cortesía

Betty Beltrán. (I)

El animero Enrique Angulo ya tiene quién le acolite en su novena por el Día de Difuntos. Todos los años, entre el 24 de octubre y 1 de noviembre, recorre las calles de su querido Puéllaro en compañía de las almas del purgatorio que él mismo las va a sacar del cementerio; es una tarea que la hace desde hace 38 años.

Esta localidad del nororiente de Quito es una de las pocas que mantiene la tradición de los animeros. Un personaje de origen ibérico que se va extinguiendo; en el Distrito solo quedan el de Puéllaro y el de Aloguincho.

Desde hace unos años, don Enrique ya no quiere ser animero, aunque no por falta de voluntad o fe, aclara. Sino porque las fuerzas ya no le dan, pues tiene 88 años. Así que puso bocas para buscar un sustituto y tome el testigo, pero nadie se ofrecía.

Hasta que hace tres años apareció un guambrito empeñado en tomar ese cargo. Se llama Dylan Enríquez, de 11 años y 10 meses; don Enrique, complacido y saltando en chulla pie. Claro que el pequeño solo le acompaña y le ayuda con la campana que lleva el animero oficial de Puéllaro, porque es bien pesada.

Desde los tres años “quería ser parte de aquellos ritos organizados bajo el amparo de la Iglesia”, cuenta la madre de Dylan, Johana Cajas. Agrega que “su fe es admirable y ya ha dicho que quiere ser sacerdote”.

Jamás le gustaron los carros o las pelotas; en su lugar, cuenta doña Johana, pedía cuadros de Jesús, la Virgen o santos católicos. De allí que su habitación está llena con esas imágenes, es muy devoto al Señor de la Justicia y a la Virgen de El Quinche.

Hasta ahora su madre no se explica de dónde le nació esa devoción a su hijo único, porque en su casa no es que sean tan devotos, pero desde muy pequeño le gustaban esas cosas y a sus padres y abuelitos los llevaba de la mano a la iglesia. Es muy generoso y preocupado por el prójimo.

Don Enrique y el pequeño Dylan. Juntos ‘sacan’ a las almitas del cementerio.

Don Enrique y el pequeño Dylan. Juntos ‘sacan’ a las almitas del cementerio.

Está en octavo de Educación Básica en el Colegio Técnico Puéllaro y, entre bromas, sus compañeros y algunos vecinos de su barrio le llaman el curita. Y Dylan lo festeja con emoción.

El pasado jueves, en la víspera de la novena, el guagua apareció en la casa de don Enrique para recordarle que este año también le acompañará en su procesión con las almas, y que ya están listitas su túnica blanca y su rosario de la Primera Comunión.

A las 23:30 del sábado, el pequeño apareció en la casa del animero oficial para afinar las últimas indicaciones. Allí don Enrique le repitió que durante el recorrido no diga nada, que rece mentalmente los padrenuestros y avemarías. Y que en el cementerio, ubicado a pocos pasos de sus hogares, se vestirían con las túnicas blancas para salir a las 23:55.

El primer grito suele ser a las 00:00 a pocos metros del panteón, en una Y. Los sucesivos se escuchan en cada cuadra de las cinco calles que acostumbra a caminar: “por el descanso y alivio de las benditas almas del santo purgatorio, por el amor de Dios”, rezan y, luego, tres campanadas.

Esa travesía de Dylan, junto al animero de Puéllaro, la hace desde el 2018. El primer año, rememora su madre, solo le acompañó el 24 de octubre y los dos últimos de la novena (31 de octubre y 1 de noviembre); al año siguiente (2019) acompañó casi todos los días. Y en esta edición sí serán los nueve días, ha dicho el pequeño.

Tras ese ritual católico, que suele acabar a la 01:45, el pequeño vuelve a su casa solito, pues está a una cuadra de la casa de don Enrique y del cementerio. Luego, a descansar, porque al otro día le tocará la misma dosis.