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2012-06-09 14:54:18

Obispo de la filigrana

ConCon excepciu00f3n de la  temprana muerte de mi hijo Edwin,  la vida ha sido justa conmigo. Foto: Vu00edctor Vizuete  / UN

César Alfredo Cevallos, orfebre experto en metales preciosu00a0' Su historia tiene la textura de una buena tela, como esos casimires que salían de los telares de Chillo Jijón, obraje emplazado en su tierra, que vestían a la gente chic del Quito de los años cuarenta. Como esos casimires, la vida de César Alfredo Cevallos Niacato empezó como una fibra delgada y descolorida para, luego de 60 años de trabajo infatigable, adquirir una sólida urdimbre que trajo aparejados el desahogo económico,

la armonía hogareña

y la satisfacción interior.De

humilde cuna, este sangolquileño nacido un 6 de diciembre de 1944

tuvo una niñez con pocas sonrisas y muchas necesidades. Con el hambre como la magra

invitada

a la mesa familiar. A los 8 años

tuvo su primer empleo. Luego de recibir

clases en la Escuela

Santa Ana hacía los mandados en el taller de

orfebrería de

Joaquín Tinta. Allí aprendió los primeros secretos de la platería.

No obstante, cumplidos los 12,

su papá Andrés le llevó hasta la zapatería del señor Terán,

para que aprendiese

ese oficio. El trabajo le duró menos que una calentura y le costó una de las u0093pisas más completasu0094

de las que tiene memoria. u0093Lo que pasa es que

nunca me gustó poner corridas y media suelas sino dar forma

al oro, la plata, el bronce, el cobre y las piedras preciosasu0094. Con buen criterio, su viejo le encaminó hasta la platería de Luis Alcócer, quien descubrió la veta que llevaba el chico

y se dedicó a extraerla

con la tenacidad de

minero chileno. El Chispo Silva, el Banana Hernández y el Oficial Rodríguez -tres de sus compañeros- también le enseñaron el silabario oculto de la buena joyería. Allí hacían bandejas y cubertería

que entregaban en la Platería Hamilton de Quito, que las vendía

como si fueran inglesas.Un día

le u0093soplaronu0094 que en Guayaquil se ganaba mejor y hasta el Puerto se fue, con los bolsillos vacíos pero con la mochila llena de ilusiones. Como a pesar de su edad ya era un experto se hizo de un lugar en la Joyería Artex, de Antonio Seminario. Recuerda que ganaba un buen sueldo; dinero

que terminaba tras los mostradores de El Barquito, el mítico bar que montó Daniel Santos en el puente 5 de Junio de El Salado. De esa vorágine le rescató su mamita,

Rosa, y le regresó de la oreja hasta Sangolquí, donde no estuvo por mucho tiempo.u00a0La próxima parada:

Tulcán. Fue una estación que marcó su vida pues ahí, a más de trabajar con Segundo Hernández,

conoció a su esposa,

María Alarcón Benalcázar. Con

algunos ahorros

regresaron al pueblo natal. Luego de trabajar en los talleres de varios maestros quiteños,

compró el pequeño local

de

un señor Velasco. Fue en 500 sucres y hace 48 años. Luego adquirió la propiedad del señor Zurita, ubicada en la intersección de

las calles Pichincha y Montúfar.

Desembolsó 75 mil

sucres.

Allí nacieron

y siguen vigentes los Talleres de Orfebrería Artística y Religiosa Cevallos.u00a0En ese tiempo se le apareció, literalmente, la Virgen... de El Quinche. El párroco de esa parroquia

le encargó fabricar las andas de plata que le sirven para sus peregrinaciones. Tanto le gustó ese trabajo al clérigo que se encargó de recomendarlo sin reservas entre los de su gremio, especialmente entre los oblatos, quienes se convirtieron en los

ángeles con sotana del artesano. Para ellos diseñó y fabricó obras como el altar mayor de la Basílica del Voto Nacional y

la corona de oro del Corazón de

María.Con semejante aval, los encargos se repitieron con frecuencia. Hasta realizó el tabernáculo y la decoración de la iglesia Picayune de Nueva Orleans, en los Estados Unidos. Aunque ahora trabaja poco porque es el presidente de la Unión de Orfebres de Pichincha, siempre da el visto bueno para

que los trabajos que salen del taller sean perfectos.

Sus hijos César y Andrés y seis empleados más se esfuerzan en que así sea.

César Jr. es el nuevo alquimista y el que prolonga la tradición.

Y hay custodias, copones, andas, bandejas y coronas para rato.u00a0Más Chulla Vida:u00a0 El último maestro de la vieja guardia 'El Chocolate' que endulza los oídos Las manos que alivian con el alma Crece con gigantes César Guacán Tambi, el Luthier ecuatoriano