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2011-09-12 12:45:37

Odisea para estudiar

Josuu00e9Josuu00e9 y Renato (padre) con el inicio del nuevo ciclo escolar, todos los du00edas cruzan la av. Simu00f3n Bolu00edvar. Renato lleva en una funda los zapatos del uniforme de su hijo, para evitar que llegue enlodado.
Ana Guerrero

A diario, los niños emplean una hora para librar calles enlodadas y falta de transporte. Así atraviesan la ciudad para llegar a las aulas.u00a0Empezó el año escolar. Una madrugada fría empeora

el camino para llegar a la escuela. Calles de lodo y la lucha por alcanzar un vehículo empieza para niños de barrios como San Carlos y San José, en el sur.

Son las 06:00 y los pequeños se enfrentan al Quito que les tocó ver de cerca para poder estudiar.u00a0En San CarlosUn par de zapatos cubiertos de lodo y otros en una funda. Así arranca la caminata de Josué Illánez, de 7 años.u00a0Josué vive en San Carlos, a un costado de la av. Simón Bolívar, detrás del barrio Oriente Quiteño. Para él y su padre, Renato Illánez, el inicio del año lectivo es volver a caminar 20 minutos diarios, entre lodo o polvo, según el clima que los acompañe.

Al pequeño, de tercero de básica, la travesía no le resulta extraña, lleva tres años haciendo el mismo recorrido: a pie y con su mochila al hombro. No hay buses y con la instalación del alcantarillado en el barrio, ya ni las camionetas que solían llevar a la gente hasta la avenida se arriesgan a entrar.u00a0A las 05:30, ya deben estar en pie para evitar atrasarse a la Escuela Sócrates, en la Argelia Baja. Para padre e hijo, una especie de loma -cubierta de barro y hierba- es la señal de que están cerca de la Simón Bolívar.

u00a0Por fin llegan y cruzan un puente peatonal. Pero, aún les falta el chaquiñán. Luego de haber dejado atrás el Camino del Inca, Josué se alista y se sube a una banca, pues llegó la hora de cambiarse los zapatos, correr y tratar de subirse a uno de los buses de la Coop. Victoria.u00a0Sin perder su sonrisa, a Josué la edad le favorece para no perder la energía que a

su padre se le va, pues luego le tocará hacer el mismo recorrido de regreso y correr para llegar a las 09:00 a su trabajo.u00a0No son los únicosA ellos les sigue Mishell y Evelyn Placencio, de 5 y 8 años. La una sobre los hombros de su padre y la otra acelera el paso para no quedarse atrás. No quieren llegar con los zapatos sucios, pues -cuentan- en la clase no hay calle mala que valga. La una asiste a la Escuela Virginia Larenas y la otra a la Jorge Mantilla.u00a0Evelyn, Mishell y Luis Placencio deben atravesar las calles en mal estado del barrio San Carlos, en el nororiente de la ciudad, todo

para llegar a las instituciones donde estudian dos de sus hijas.u00a0Al menos Renato tiene la esperanza de irse del barrio y que su segundo hijo no tenga que vivir lo mismo que el primero. Las dos pequeñas, en cambio, deberán esperar que las obras lleguen, pues la casa donde viven es de sus padres.

u00a0Al seguir con la caminata, se alcanza a oír el lamento de una de ellas, esquivar el lodazal no fue suficiente y sus medias dejaron de ser blancas. Ni pensar en volver, casi llegan a la parada. Van a creer que así sale de la casa, comenta preocupado Luis Placencio,

el padre de las niñas.

La historia no terminaA la salida de la ciudad, la carrera se acelera para alcanzar un puesto en las camionetas que bajan desde San José de Cutuglagua. El frío se nota en las mejillas amoratadas de Gabriela y Érika Lutuaga. La mayor tiene 8 años y es la responsable de que su hermana de 7 llegue al aula.u00a0Gabriel y Érika Lutuaga y Jenny Cuyo son estudiantes de la Escuela 2 de Agosto, en la parroquia Cutuglagua. Las tres llegan al plantel desde el barrio San José, a bordo de unas camionetas. Sus padres trabajan, por lo que tienen que alistar los USD 0,10 que las camionetas les cobran para llegar a la av. Maldonado.

Desde la vía, donde está la Escuela 2 de Agosto, hasta San José etapa 3, hay cuatro kilómetros y en carro

no más de 15 minutos. Sin embargo, las niñas empiezan su recorrido a las 06:30, para llegar a las 07:30 a la escuela.u00a0Las camionetas se llenan rápido, así

que no les queda más que madrugar. Aún con frío, se acercan al puesto de bolones para ver si les fía. Pero

tendrán que abrigarse en el aula: El otro día ya les presté, dice el vendedor. Mientras, una vecina les dice que corran,

que les cierran la escuela.u00a0u00a0Más de ciudad:u00a0u00a0u00a0¿Qué corona tienen los Vingala?

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