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2014-10-27 06:41:01

Jéssica perdió sus manos

Ju00e9ssicaJu00e9ssica Ruiz, en la habitaciu00f3n de un hospital de Quito. Hoy seru00e1 operada. Tiene 28 au00f1os y dos hijos. Foto: Cortesu00eda

Para muchos, perder las manos sería lo peor que les pudiera pasar en la vida. Para Jéssica Ruiz lo peor no fue eso; la única cosa de la que se arrepiente es no haber denunciado a tiempo, haber creído que su esposo iba a cambiar y que sus amenazas de muerte no eran reales.Once meses después de que el padre de sus dos hijos le cercenara las manos con un machete, aún debe someterse a una quinta cirugía. Hoy debe ingresar a un quirófano en un hospital de Quito. Esta vez los médicos le cortarán parte del muñón izquierdo para que las prótesis que usa en lugar de manos le queden mejor.

En diciembre pasado, su caso fue uno de los hechos de violencia intrafamiliar que más reportaron los diarios, en especial del Guayas. El ataque sucedió el 8 de diciembre del 2013, en el recinto Piña de Arriba, en Daule.

Tras cientos de horas de terapias psicológicas, antes de contar su historia debe respirar profundo. 'Fue a las 20:00. Salía de la casa de mi padre con mi hijo de 14 años, íbamos abrazados cuando él (su pareja) nos encontró'.

El pequeño miró el atroz ataque: cuando su padre sacó de su espalda el machete, el momento que su madre lo empujó para protegerlo y cuando las manos de su mamá colgaban de la piel. 'Se desmayó y traté de levantarlo, ahí me di cuenta que no tenía manos, pero no me dolía, solo me preocupaba el niño', dijo.

El amor a sus dos hijos y la fe en Dios le dan fuerza para pensar en un futuro. Ahora siente que tiene una misión. Para ella su vida es un ejemplo 'para que otras personas no pierdan sus manos o soporten violencia', asegura.

Jéssica está en la capital desde el pasado 11 de octubre. Planea quedarse hasta finales de noviembre, luego de que reciba terapia para lograr usar las prótesis que le donaron.

Con esas manos de plástico y partes metálicas puede escribir, sostener cosas; así trabaja en una oficina del Municipio de Daule. Luego de que perdiera sus manos, una de las cosas más duras fue sentir que las uñas le picaban. Estaba experimentando en síndrome del miembro ausente, cuando alguien siente que aún tiene una parte del cuerpo que le fue amputada.

Mientras cuenta su dramática historia, en su voz no hay odio contra su expareja. Para ella el perdón la ayudó a dormir tranquila. Ya no se despierta en las madrugadas gritando. Solo por momentos piensa que el día que él le acercó un cuchillo al cuello y la amenazó con asesinarla debió buscar a la Policía.

'Ya no puedo regresar el tiempo', dice tranquila Jéssica, 'solo puedo educar a mis hijos con amor para que aprendan a respetar y querer a sus parejas, cuando las tengan'.

Redacción Quito (I)